Servicio del Día del Señor del 29 de enero del 2023

El Señor resucito en cuerpo y los discípulos lo amaron en sus cuerpos

(Juan 20:1-10)

Pastor Sung Hyun Kim

“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.” (2 Jn 1:7). Una de las herejías que ha perturbado la iglesia desde el principio del cristianismo es el gnosticismo. Ellos afirman que una persona tiene que poseer un conocimiento espiritual especial y secreto para ser salvo. También consideran que el mundo material es gobernado por el mal y el mundo espiritual por el bien, por lo que afirman que Dios no tiene ninguna relación con lo material. Como creen que la carne misma es mala, no aceptan el hecho de que el Hijo de Dios vino al mundo en carne. En cuanto a la carne de Jesús que las personas vieron, piensan que fue una completa ilusión y no es real.

Para prevenir este tipo de engaño y enfatizar que Jesús tenía un cuerpo de carne, Juan escribió: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.” (Jn 19:34-35). No solo esto, sino que Juan también registra que José de Arimatea pide el cuerpo de Jesús a Pilato, que Nicodemo trajo un compuesto de mirra y áloes para enterrar a Jesús, que las mujeres fueron al sepulcro en la madrugada después del día de reposo, que en el sepulcro donde desapareció el cuerpo de Jesús estaba enrollado el sudario, etc. Él registra estos detalles para probar plenamente que la afirmación de que el cuerpo físico de Jesús era una ilusión, es una mentira.

Así es. Jesús vino a este mundo en la carne y agotó completamente Su carne para cumplir las profecías del Antiguo Testamento. En el momento en que cumplió la voluntad de Dios, Su cuerpo físico estaba desmoronado. Él no nos ama conceptualmente, sino que nos ama tanto hasta el punto de dar Su cuerpo sin límite alguno. Su carne fue herida por nuestras transgresiones, Su carne fue molida por nuestros pecados. Su carne fue castigada por nuestra paz; Su carne sufrió llagas para que seamos sanados.

¿Cómo debemos nosotros, quienes hemos recibido tan grande amor, amar al Señor? José de Arimatea sabía que sus acciones eran peligrosas, pero aun así pidió el cuerpo de Jesús; Nicodemo conocía que podía perder su posición social, pero aun así se arriesgó al traer la mirra y áloes para el funeral de Jesús. María estaba llena de gratitud hacia el Señor y corrió al sepulcro antes del amanecer; Juan estaba lleno de amor por el Señor que corrió al sepulcro con todas sus fuerzas. Ninguno de ellos conocía el plan de la salvación del Señor y nadie sabía siquiera que el Señor resucitaría de entre los muertos. A pesar de esto, ellos amaron al Señor con todas sus fuerzas, y el Señor recibió su amor con gozo.

La carne es una maravillosa oportunidad que tenemos para expresar nuestro amor por el Señor. ¡El mostrar a través de las acciones su sinceridad al Señor es el fundamento de la vida espiritual! Lamentablemente, muchas de las personas piensan que esto es irrelevante, piensan que solo la búsqueda de un conocimiento especial y misterioso es una valiosa acción espiritual. La persona que confunde lo espiritual con el intelecto de esta manera, simplemente está dando vueltas en el ámbito de la mente, y finalmente entenderá que no ha hecho nada por el Señor. El camino que el Señor recorrió con Su cuerpo es el camino que nosotros, como santos, debemos caminar; el reino de los cielos donde el Señor entró con Su cuerpo es el lugar al que iremos con nuestros cuerpos eventualmente. ¡Revelemos nuestro verdadero corazón al Señor dedicándonos a servir a la iglesia!